jueves, 8 de abril de 2010

Para que luego digan ...

Nos hemos acostumbrado a vivir con adelantos tecnológicos que siguen sorprendiéndonos día a día y que nos hacen la vida más sencilla, o más compleja, según cómo se mire y la persona que lo mire. Nuestros mayores, y los no tanto, suelen decir aquello de 'antes todo era mejor', 'no había tantas complicaciones' ... Quizá tengan razón. Lo más seguro es que lo digan porque temen no ser capaces de adaptarse a todos estos cambios que nos llegan de forma incesante.
Sea el motivo que sea lo que está claro es que tanto a ellos como al resto de los mortales el tren de la tecnología se nos escapa si no conseguimos seguir su ritmo. Y no hay que ser muy listos para darse cuenta de que no es muy aconsejable perderlo de vista en los tiempos que corren. Debo confesar que hay algo que comparto con ellos en esa idea de 'antes todo era mejor'. Antes, no hace muchos años, mandar cartas, escritas a mano, se convertía en una aventura que iba más allá de un simple modo de comunicación. Mandar cartas. Recibir cartas. Era tan entrañable ... Y eso es lo que, debido a las nuevas tecnologías y a los avances en la forma de comunicarnos, hemos dejado un poco al margen.
Cuando uno viaja al extranjero intenta evocar aquella rutina de escribir palabras, frases y párrafos donde se cuenta lo que acontece, las novedades, las curiosidades, etc. Con la misma ilusión de antaño uno lee y relee las palabras que han quedado grabadas en la parte trasera de un pequeño cartón con la foto de algún rincón de alguna ciudad. Con esa misma ilusión introduce la postal en el sobre. Con la misma ilusión uno se acerca a un buzón (típico buzón inglés) y deja caer la carta a ese vacío que creemos es infinito y en el que tememos que la carta, que con tanta ilusión hemos escrito, se pierda para siempre. Por eso, y que levante la mano el/la que no lo haya hecho nunca, metemos la mano para palpar el vacío, la nada, y así asegurarnos de que la carta ha caido en su sitio.
Pues bien. La tecnología será un fastidio para muchos pero, al menos, la seguridad que da saber que aquello que envías llega a los pocos segundos supera con creces a la inseguridad que provoca lanzar al vacío del interior de un buzón una carta que nunca sabes si llegará bien, si llegará a tiempo o simplemente si llegará.
Con esa ilusión de antaño metí una postal en un buzón inglés hace ahora un mes aproximadamente y aún sigo esperando que esa carta llegue a su destino. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Estoy convencido de ello porque la ilusión, sin duda, ya se me ha perdido para siempre. Para que luego digan que lo de antes era mejor.
Por todo esto me declaro seguidor absoluto de las nuevas tecnologías, a pesar de sus muchos inconvenientes, y proclamo mi descontento hacia el servicio postal (inglés). Todo llega, o eso dicen. Pues bien, espero que mi carta también llegue.

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