miércoles, 28 de abril de 2010

To eat / ate / eaten ... los tópicos y el hambre

Porque algo hay que comer
y la lechuga también tiene sentimientos
aunque no lo parezca
y el tomate también tiene sentimientos
aunque no lo demuestre
y la cebolla también tiene sentimientos
aunque no los exprese
Comer. Uno de los verbos preferidos de los ingleses. No para decirlo, claro está, si no para ponerlo en práctica, para hacerlo efectivo.
Si nos ponemos a repasar los tópicos típicos / típicos tópicos del mundo siempre llegaríamos a las mismas conclusiones y redundaríamos en la imagen que todos y cada uno de nosotros tenemos sobre la comida, la forma de ser, las costumbres... de otros países.
El problema llega cuando algunos de esos TT (tópicos típicos o viceversa) no sólo son una simple imagen distorsionada de la realidad social si no que son totalmente visibles, reales.
¿Qué podemos pensar de Inglaterra y de los ingleses desde la distancia? Pues que son fríos, que sólo tienen dos palabras en su vocabulario: sorry y thank you, que les gustan los animales de compañía (de esos que te acompañan incluso hasta la cama y llenan la moqueta y el resto de la casa de 'lindos' pelitos), que, por algún motivo ya citado, son un poco desordenados, no limpios..., que son muy reservados para los temas privados, que les encanta hacer colas para todo, que toman el té a la hora del té, que comen muy mal porque su comida es espantosa, que les encanta beber, mucho, mal y pronto, que adoran a su reina, que son reprimidos y se ponen liguero y una naranja en la boca para obtener placer sexual, (¡uy! creo que he llegado demasiado lejos. No debí documentarme tanto sobre estereotipos ingleses).
En definitiva, que, sean muchos o pocos, lo raro es no tener ningún tópico en mente cuando se habla de los ingleses. No deberíamos hacerlo pero lo malo es que, como decía antes, en ocasiones esos tópicos no son tal si no que son realidades. Por ejemplo, de los que he citado diría que casi todos son perfectamente perceptibles al ojo humano si ese humano vive aquí durante un tiempo determinado después de haber estado, obviamente, viviendo en otro lugar para poder comparar.
No me gustaría resaltar ninguno pero tengo que detenerme en uno de ellos. La comida. Sí, los ingleses comen, como todos, pero mal, muy mal. Sus horarios son eso, suyos. Más bien diría que no hay horarios, sobre todo para aquellos que pasan ocho horas en una oficina. Les resulta agradable comer cualquier cosa a cualquier hora delante de la pantalla del ordenador sin importarles si el olor de esa asquerosa especialidad culinaria está matando al resto de la plantilla que a esa misma hora está en la oficina. Comen mientras trabajan. Trabajan mientras comen. Ahora un cruasán, ahora una lonchita de carne, ahora unos frutos secos, ahora unos frutos no tan secos, después un té con unas pastas, luego unas uvas, un poco de atún o tal vez una hojita de lechuga untada con queso fresco... Sin control. Sin horario. Un suplicio para quien espera a las dos para irse a comer bien, a comer comida bien, a una hora bien.
Entiendo que hay que adaptarse a todo. Es la regla número uno cuando sales de casa. Y lo hago, lo hacemos. Lo prometo. Pero de verdad que no puedo con sus comidas, con sus platos tan lamentablemente preparados, con sus comidas descontroladas, con sus no horarios... No puedo.
De todas formas no todo es tan malo. Cuando llegué intentaba seguir, más o menos, el ritmo de horarios y comidas que llevaba en España. Con el paso del tiempo a las 12 del mediodía ya tengo hambre. Pero no hambre de un pinchito o una tapa, no, hambre de hambre inglesa, de comerme cualquier cosa por mal elaborada que esté o por poco nutritiva que pueda ser. De hecho, tengo que reconocer que estoy atrapado por el sabor de los pork pies ingleses a los que, cariñosamente, llamo (al igual que mis compañeros de trabajo) bollitos de puerco. Sí, son ingleses y los como a horas inglesas. ¿Me estará poseyendo el espíritu de los tópicos ingleses? ¡Qué horror! Puede ser. También me encantan los cupcakes, los muffins, las sopas de sabores raros y los sabores raros de muchos productos, las salsas inglesas...
He caído. Lo sé. A parte de ser consciente de que algunos tópicos son reales, me he dado cuenta de que soy uno de los tantos individuos que hacen que esos tópicos nunca desaparezcan. Me he inglaterriculturizado y ahora no puedo comer a horas normales, ni comer comida normal. Bueno, al menos me siento parte del entorno, uno más. Nadie me mirará raro si lo hago, si como mal, cualquier cosa, a cualquier hora.
Hace unos días, una de las jefas del departamento donde trabajo celebró su cumpleaños. Nos trajo un cupcake (los que se ven en la imagen) para cada uno. Sabiendo que era algo inglés y que lo comeríamos a una hora inglesa nadie pudo decir que no a esa pequeña gran masa de azúcar multicolor deliciosamente colocada sobre esa base de bizcocho. Nos llevan por el mal camino pero en el fondo nos encanta, me encanta.

En realidad los ingleses siempre serán ingleses, con sus típicos tópicos, pero uno acaba cogiéndoles cariño. Y sí. Hoy al salir del trabajo me he comido un muffin de tamaño considerable. Puro chocolate. Hay cosas a las que no se puede renunciar tan fácilmente aunque sepamos de antemano que comer cualquier cosa a cualquier hora no es nada saludable, es decir, que es típicamente inglés.

2 comentarios:

  1. Jo, pero tu blog es completamente de profesional!
    Pues que quieres que te diga... yo no aguantaría en Londres sin mi chorizo y mi tortilla de patata!!! si ya lo echo de menos en Valladolid, jeje
    Un besitooooo!

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  2. fran están buenos??jajjaja

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