jueves, 20 de mayo de 2010

Imágenes, patos y helados de yogur

Ya no vale echarse atrás.
Vamos a ultimar el plan de escapismo.
Lo has prometido.

Love of Lesbian – Maniobras de escapismo

Hoy pude escapar. De la oficina y de su rutina.
La
Asociación Británica de Agencias y Bibliotecas Virtuales nos había invitado a su feria anual. Y allí que nos fuimos.
Como digo, pudimos escapar de la rutina porque parte de nuestra jornada laboral de hoy la íbamos a pasar entre estand y estand. Era algo completamente diferente a lo que hacemos día tras día así que era la excusa perfecta para
darnos el piro y alejarnos, por unas horas, de nuestras mesas, nuestros ordendores, nuestros papeles y de esos jefes/as que suele haber por las oficinas.

De hecho, fue ella, nuestra jefa, la que nos recomendó ir a esta feria. En un principio su explicación fue muy clara:


- Es mejor si vais el segundo día porque así os darán miles de regalos. La gente que trabaja en los stands se aburre mucho y se muere por regalar bolis, libretas y boberías de esas que se suelen dar en una feria.

Pensaba que igual lo interesante era encontrar algún buen contacto para un futuro, ¿quién sabe? Pero no. Importaban 'esas boberías que se suelen dar en las ferias'.
Aunque pueda sonar triste, en realidad a muchos es lo que realmente les motiva para ir a este tipo de eventos. De entre todo lo que regalan siempre hay algo que puede tener su utilidad. Eso es cierto.
Cuando llegamos al recinto donde se celebraba esta feria nos registramos y comenzamos a analizar todo lo que había allí dentro. Tampoco era mucho, la verdad. Unos cuantos puestos tristemente decorados y estéticamente poco llamativos.
Cuando uno va a un lugar como este espera ver algo parecido a un museo, o casi, con actuaciones, con mucha gente, con demostraciones en directo... pero aquí no. Nada de eso.
Vale que era casi la hora del cierre cuando llegamos pero visitantes había pocos, muy pocos. Y los que había parecían poco interesados en lo que allí estaba ocurriendo.

Toda esa negatividad nos s
alpicó del tal manera que caímos en la cuenta de que no íbamos a encontrar a ese buen contacto que nos pudiese ayudar en un futuro. ¿Qué hicimos? Pues lo que nos dijo nuestra jefa: coger todo lo que nos daban y lo que no nos daban. Todo lo que había por los puestos. Bolis, cuadernos, calendarios, postales, caramelos, rotuladores fluorescentes, bolsas, pegatinas, gafas de visión tridimensional, semillas de girasol, de trébol, de granada... Sí. Se nos fue de las manos pero es ponerse y a todo se le encuentra alguna utilidad posible.
El momento trágico de la tarde llegó cuando nos acercamos al stand de las aves. Por la mañana, antes de salir de la oficina, nuestra jefa nos hizo un encargo.


- Si pasáis por el estand de las aves, ¿podríais cogerme uno de esos patos de peluche que tienen por allí, por favor?


Cargados de bolsas llenas de todo lo que nos íbamos encontrando caminamos por los pasillos hasta que finalmente vimos ese puesto, el puesto de las aves. Era de una empresa que se dedicaba a hacer fotografías a las aves. Esos animales tan... tan... en fin, aves.

El mostrador principal estaba presidido por una gallina de plástico de tamaño considerable recubierta de plumas. Miles de bolsitas de huevos de chocolate descansaban junto a ésta. Todo un acierto de decoración, claro que sí. Detrás, en las paredes del stand, estaban los patos de peluche de los que nos hablaba nuestra jefa. Ella quería uno. Había que acercarse y cogerlo. Lo hice. Disimuladamente, mientras miraba las fotografías que tenían expuestas, cogí uno de esos patos, y una gallina, también de peluche (por supuesto). Entonces ocurrió lo peor.

- ¿Alguna vez en vuestra vida vais a comprar alguna de nuestras imágenes?
- Nos preguntó la desagradable dama que permanecía sentada junto a la gran gallina.

- ¡Quizá, quizá!
- Le respondí.

- ¡No lo creo!
- me dijo con una sonrisa desafiante. - Lo más que podéis llevaros de aquí son esos huevos que están en el mostrador. El pato y la gallina que tienes entre tus manos son para mis clientes, los que me compran imágenes, no para tí.

- Shit!
- pensé. Acababa de dejarnos en ridículo delante de la demás gente que estaba en ese mismo estand. Algunos de ellos, además, llevaban patos y gallinas entre sus manos.


Pero no acabó ahi todo. La señora gallina se abalanzó sobre mi compañera de trabajo cuando vio que ésta se alejaba del mostrador con un pato de peluche entre sus inocentes manos. Todos temimos por su vida.


- ¡Devuélveme ese pato ahora mismo! - gritó. - ¡Esto es sólo para mis clientes!


Clara, mi compañera de trabajo, antes de morir picoteada por la espantosa mujer gallina, soltó el peluche inmediatamente.

El mal sabor de boca de la feria había que quitárselo cuanto antes. Al menos habíamos llenado dos bolsas de tela con miles de objetos, o 'regalitos', que diría mi jefa.

El sol y el buen tiempo nos animó enseguida y nos hizo olvidar la desagradable escena con aquella horrible mujer.
Así llegamos hasta el centro de Londres donde pudimos disfrutar de uno de los mayores placeres de esta ciudad (cuando hace buen tiempo, eso sí): comer un helado bajo el sol.

Ya nos daba igual si en la feria lo habíamos pasado bien o mal, si todo lo que habíamos cogido serviría para algo o no, nos importaba muy poco no haber encontrado a ese contacto para nuestro futuro... Todo daba igual. Estábamos en la gloria con nuestro helado, disfrutando, por fín, del buen tiempo (a ver lo que dura).

Si hay que faltar más horas al trabajo para ir a ferias de este tipo y encontrarse con señoras gallina de tal calibre para acabar la tarde de esta forma tan agradable, firmo donde haga falta. Ahora mismo.

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