domingo, 23 de mayo de 2010

Moda y falsos estereotipos

Los estereotipos son verdades cansadas
- George Steiner - Filósofo francés

Si el calor y los síntomas de insolación me permiten mantener los ojos abiertos durante los próximos minutos escribiré este post.
Llevamos unos días de mucho calor. Me gusta que haga buen tiempo, claro que sí, pero ha habido un cambio tan drástico de un día para otro que nos ha pillado un poco desprevenidos.
Así es Londres, una ciudad llena de contrastes donde, de un momento a otro, uno puede ver cómo todo cambia de un extremo a otro.
Un claro ejemplo de todo esto ocurrió el pasado viernes.
Por la mañana asistí a un desfile de moda. El museo nos había invitado a Fashion in Motion, una de las actividades que se organizan en el Victoria and Albert Museum cada cierto tiempo. El diseñador británico Osman Yousefzada presentaba su última colección y, como nos encanta salir de la oficina para romper con la rutina, fuimos a verlo.

Mujeres lateralmente invisibles y pálidamente maquilladas paseaban de un lado a otro mostrando sus trapitos subidas a unos 'zapatos-andamio de obra faraónica' mientras por sus mentes pasaba aquello de "si me muevo más de lo que debo sufriré tantos esguinces como pelos tengo en mi cabeza". Sufrí por ellas, de verdad. No sabía si era mejor ofrecerles algo para comer o bajarlas de aquellos zapatos. Dolor.
El espectáculo en sí no estuvo mal. El glamour había llegado al museo y había que ir a verlo.
Llegó la tarde-noche. Momento de contraste. Del supuesto glamour matutino iba a pasar a los bajos fondos de esta ciudad. Me habían invitado a un concierto en Brixton.

De Brixton se dice que es uno de los peores barrios de Londres, de los más peligrosos, donde la violencia convive con la mendicidad y el crimen. Iba a cambiar los flashes de la pasarela por la oscuridad de la noche en Londres.
Iba con el miedo a que pudiese pasar cualquier cosa.
Cuando un estereotipo está tan asentado en una sociedad es muy difícil poder cambiarlo. Y eso me molesta porque nada es como parece.
Cuando llegué a ese barrio, el supuesto barrio peligroso, enseguida descubrí que no era ese lugar oscuro del que me habían hablado. De la estación de metro salí a una calle amplia, muy luminosa, donde la gente esperaba autobuses para marcharse a casa o para salir de marcha, donde otros muchos esperaban a sus amigos para dar una vuelta. Era un lugar agradable. Además hacía muy buen tiempo, cosa que ayuda siempre mucho. Tenía unos edificios bastante interesantes y unos parques en los que apetecía tumbarse para descansar o leer un buen libro en cualquier momento. Además no se notaba esa sensación de inseguridad o peligro que suelen causar las zonas supuestamente peligrosas. Nada. Me gustó.
Si que es cierto que había más policía que en otras zonas de Londres y que en el metro se le daba mucha importancia al tema de la seguridad con anuncios que en otras líneas no existían pero, por lo demás, era un barrio más.

Fui entonces al bar donde iba a tener lugar ese concierto y ahí fue cuando, poco a poco, esa sensación de seguridad fue desapareciendo. Quizá eran paranoias mias creadas por los estereotipos que mi mente tenía antes de conocer Brixton pero sí es cierto que, una vez alejado de la estación del metro, las calles eran cada vez más oscuras y coincidías con gente un poco mas 'rara', si se les puede llamar así. Pero sin más.
Tampoco era para tanto.
Al llegar al bar me sorprendió que me cachearan para entrar. A las chicas una mujer les revisaba el bolso y a los chicos nos cacheaban como si se les fuese la vida en ello.
Con escenas así es normal que la gente cree en sus mentes estereotipos erróneos aunque claro está que es mucho mejor prevenir que curar.
Entendí que si cacheaban a la gente para entrar en un bar eso era porque no era una zona segura al 100%. A pesar de todo ello me gustó.
El concierto fue todo un éxito y el bar donde tuvo lugar todo un descubrimiento.
También hubo momentos anecdóticos como cuando me confundieron con Cesc Fábregas (aún me sigo preguntando porqué) o cuando varias niñas de unos 5 ó 6 años entraron en el bar, una detrás de otra, como si de pequeñas adultas se tratase. Una de ellas, la líder, a la que seguía el resto del séquito, iba vestida de Blancanieves. Entraban y salían sin reparo y sin que nadie les dijese nada. Me pregunto si les revisaron el bolso (o lo que Blancanieves lleve de fiesta) al entrar en aquel bar.

Estuvo bien la experiencia. Me sirvió para darme cuenta de que nada es lo que parece hasta que una realidad se conoce personalmente. Igual voy otro día a Brixton y me encuentro otro ambiente totalmente diferente pero el viernes, al menos el viernes, me gustó lo que vi.
Ese estereotipo de lugar peligroso y poco seguro se desvaneció de mi mente. De hecho, el plan nocturno me gustó mucho más que la pasarela de por la mañana.

De las pasarelas tambien existe un estereotipo: glamour, belleza y refinamiento. Bobadas. Un aburrimiento comparado con la experiencia de viajar a uno de los barrios más oscuros de Londres (según ese maltido estereotipo).
Me quedo con mi renovada imagen de Brixton. Mucho mejor que cuerpos lateralmente invisibles, por muy glamouroso que pueda ser.

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